Wax (Víctor Matellano, 2014)

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Wax es una de esas películas que cuesta criticar. Se hace duro intentar transmitir el gran sentimiento de decepción que asola a una película realizada por alguien que ha demostrado cierto conocimiento del género, pero que acaba desembocando en una nimiedad repleta de frustración. La película de Víctor Matellano cae en un error de órdago, como es ahogarse en sus propios referentes. El director utiliza tanto vacuo esfuerzo en dejar claro todas y cada una de las influencias que parecen formar su imaginería como cineasta que hacen de la película algo vulgar y ordinario, algo que sumerge al film en un fallo imperdonable a estas alturas: la falta de entidad.

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Un fulano es encerrado en el Museo de Cera de Barcelona encantando por la propuesta de una productora cinematográfica representada por un personaje sin nombre interpretado por Geraldine Chaplin; el fin es que Mike (dramatizado por un Jimmy Shaw totalmente perdido y peor dirigido) inmortalice su experiencia con una serie de cámaras, momento en que la vieja leyenda del Dr. Knox (un asesino en serie con el físico de Jack Taylor) es incluida en la trama de manera abrupta y deficiente. Wax tiene una mala asociación del ritmo, es incapaz de que su amalgama de homenajes no trascienda más allá del cúmulo de guiños intrascendentes (todas sus referencias son citadas, de una espontaneidad innecesaria, para que Matellano deje claro lo bien que lo pasa citando su mitomanía) y pretende embaucar de una atmósfera ahogada en un «amateurismo» poco afortunado, que impide además entrar en la película. Sus pobres coleteos con el found footage, que sitúan a la película en un pozo sin fondo que no sabe si hacer prevalecer unas ínfulas clasicistas o un supuesto modernismo de chichinabo, que acaban desembocando en un quiero y no puedo.

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El director sentencia la película con un festival de tópicos que son abordados sin ningún tipo de gracia o reversión, diatriba en la que desemboca en la nadería más absoluta. Se agradece la presencia de Jack Taylor en un rol protagonista (y cuyo malvado personaje es dramatizado con presencia y cierto aura de misterio, aunque el espantoso doblaje que asola toda la película nos impide disfrutar de él en plenas condiciones), o las apariciones estelares de Antonio Mayans o Lone Fleming; guiños, estos sí, que despertaron una cierta sonrisa de complicidad con el que esto suscribe. Sería imperdonable no destacar, el siempre oficioso trabajo de Colin Arthur en los efectos especiales y el vestuario diseñado por Yvonne Blake para el Dr. Knox (inspirado mucho más en el Vicent Price de Mansión sangrienta [1974] que el de Los Crímenes del Museo de Cera [1953]), aspectos en los que la película logra cierta profesionalidad, salvando el importante aspecto estético.

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Se ha podido leer de Wax que presume de un oficio que hace que la película pudiera haber sido rodada en los años 70 por leyendas del fantaterror ibérico como Amando de Ossorio, Jorge Grau, Paul Naschy o Eugenio Martín. La RAE define «columpiada» con varias acepciones, una de ellas definida como «Equivocarse con cierta sensación de ridículo». Wax será distribuida en territorios norteamericanos por la Full Moon Features, una de las filiales del imperio fílmico del insigne productor Charles Band, uno de esos magos modernos de la Serie B. Veremos si en aquellas fronteras, donde los nombres antes citados son tan adorados, tienen una opinión tan desproporcionadamente favorable acerca de este producto repleto de buenas intenciones y lamentables sensaciones.

Saludos desde el Gabinete, camaradas.

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