Jack el destripador (Jess Franco, 1976)

poster

Jack el destripador es uno de los productos más interesantes de la etapa suizo-germana de Jess Franco, más que por sus cualidades cinematográficas (innegables, aunque no esté la altura de algunos de los previos trabajos del director malagueño) por la curiosa aproximación al universo del insigne del famoso homicida. Un siempre hipnótico e impenetrable Klaus Kinski se mete en a piel del célebre asesino, cuyo peculiar fisonomía apoya a la hora de mostrar un dibujo ténebre del personaje, auténtico hito de una película que pretende con éxito llevar las peculiaridades que rodean al famoso asesino (aquí denominado como el Doctor Dennis Orloff) a las propias filias escénicas del director aprovechándose para ello de una ambientación perfecta para la historia. Franco sacrifica, en cierta medida, la misteriosa estampa del anonimato del Jack «El destripador» real en favor de un acercamiento del personaje  hacia una mentalidad prototípica, muy propia del mad doctor, de otros iconos (contra)culturales como «Dr Jekyll and Mr Hyde», hasta el punto de que el rol acabe formando una extraña mezcolanza de referentes.

1

Jess hace recaer parte de los aciertos de la cinta en una atmósfera tremendamente trabajada, con una excelente recreación de Londres en localizaciones suizas. Una puesta en escena con ciertos toques barrocos y góticos, todo al servicio de la enigmática personalidad de su protagonista, que no ocultan los habituales problemas de ritmo de Franco; aquí, eso sí, no tan graves como en otros trabajos del director, aunque pecando de la habitual irregularidad de tempo, que la separa de ser de los títulos más representativos del director.  Aún así, su extraña condición dentro del subgénero del asesino en serie o el psychokiller hace que Jack el destripador ocupe cierto valor dentro del cinemabis europeo , aquí con dos propuestas admirables por parte del director: una, la de evitar caer en algún tipo de modelo o imitación previa para construir la entidad de la película; y la segunda, el apoyo y buena utilización de la fisonomía de Kinski, quien parece haber nacido para el papel y donde vemos que Franco vuelve a aprovechar de manera muy acertada sus peculiaridades escénicas e interpretativas, aquí dentro de la oscuridad imperante como sello visual inseparable de la producción.

3

Un retrato interior del asesino, centrado en una psicopatía marcada por un trauma inferior (aquí podrían realizarse interesantes conexiones con los gialli italianos) marcan un leit motiv que hace funcionar a la película con un discurso claro y que no se abandona en ningún momento. Cabe destacar que la excesiva misoginia que desprende el personaje de Jack podría generar un (vacuo) debate paralelo al film, que fácilmente se caería abajo al ser ese elemento una de las características más recordadas del legado del asesino de Whitechapel. Sí es más interesante ver este punto como una curiosa intersección dentro del habitual retrato de la mujer de Jess Franco en su cine, siempre representando una explotación del físico femenino erigida hacia ciertos enclaves visuales, aquí dibujados en unas cruentas escenas con unos niveles de sordidez  más justificados que en la mayoría de las obras del director.  Cuenta la leyenda, por cierto,  que Klaus Kinski heredó durante el rodaje muchas de las características de su personaje descritas en el guión, hasta el punto de adoptar ciertos comportamientos con sus compañeras de reparto tal y como salen recreadas en la película.

Saludos desde el Gabinete, camaradas.

2

vhscover

Deja un comentario