31 de Octubre. Halloween… Destripando una saga.

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Llega Halloween al Gabinete, la noche de las brujas, las almas impías, los demonios y los monstruos. Y para celebrarlo, el Reverendo se rodea de un exquisito grupo de amigos que han tenido a bien analizar cada una de las partes de una de las más recordadas e icónicas sagas cinematográficas que se recuerdan: Halloween. Inaugurada en el año 1978 por John Carpenter en la majestuosa La Noche de Halloween, quien ponderaría en el establishment del cine de terror de entonces las constantes a seguir en la explotación comercial del Slasher, la franquicia pasaría ipso facto a ser una de las más recordadas del subgénero fabricando uno de esos iconos anexos para siempre al reverso más tenebroso de la cultura popular, Michael Myers. A continuación, nueve plumas se confabulan para repasar y analizar cada una de esas películas que han llevado a Myers a ser historia viva del celuloide. Enjoy, amigos:

La Noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978), por Salva Valero (Terrores Nocturnos).

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Algo perturbador se esconde tras la máscara de Michael Myers, probablemente mucho más de lo que racionalmente podemos explicar. Hay quien define el terror que produce este personaje al ser un rostro blanco, inexpresivo, la ausencia de gestos, esos ojos que sí podemos ver y siempre muestran ira, agonía, incluso desesperación. Sin embargo, todo esto no es suficiente para explicar qué hay en esa máscara que nos desconcierta, nos inquieta, nos produce miedo. Hemos visto rostros del mal mucho más tenebrosos, la cara de Freddy Krueger, totalmente desfigurado, quemado, con esa sonrisa diabólica y ese desconcertante sombrero; tenemos también el rostro de Regan, aquella joven poseída tras juguetear con una tabla ouija y cuyos cabellos danzan sin orden y su rostro expresa el mal en estado puro; también nos asusta ese rostro de Leatherface tallado a base de la piel de sus víctimas. Todos ellos son perturbadores, terroríficos y podemos reconocer qué nos asusta de ellos, sin embargo, la amenaza de Myers probablemente sea una apelación a un terror mucho más innato, un hombre sin rostro. Cuando buscamos aprobación, afecto, seguridad, el humano busca todo ello en una cara, en gestos, en miradas, nos perturba un ser que no podemos saber qué está pensando, totalmente blanco y esa nada, esa ausencia del todo, nos enloquece.

  La noche de Halloween es la quintaesencia del cine de terror, nunca antes ni después se han conjugado mejor unos factores, simbolismos y paradojas que construyen una película de terror perfecta. Esta película rebusca en nuestros orígenes como cultura civilizada, asentada, con una aparente seguridad y un cálido hogar. Es fácil identificarnos con un habitante de Haddonfield, incluso con la propia Laurie Strode, una sencilla adolescente con una vida normal, tranquila, serena hasta que el mal irrumpe en su vida en tan señalada fecha. Michael Myers no ataca en campamentos alejados de la urbe, ni en sueños, él entra en tu casa, tu vida y la despedaza a golpe de cuchillo. Su aparición es casi espectral, irrumpe esa máscara blanca cual fantasma en medio de la oscuridad, un paso ligero pero seguro, no tiene duda de que va a alcanzarte, hagas lo que hagas, el mal ha entrado en tu vida. Y es que, sin necesidad de asesino enmascarado, todos vivimos cual Laurie Strode, cómodamente pero en alerta, pues tarde o temprano, el mal también nos alcanzará…

Halloween II: ¡Sanguinario! (Halloween II, Rick Rosenthal, 1981), por Miguel Ángel Muñiz.

Halloween II Sanguinario

En Halloween II se aprecia la alargada sombra de John Carpenter (guionista y productor). A pesar de contar con un presupuesto mayor que el de la primera entrega, sus artífices no abusan de los recursos. Las secuencias más espectaculares, con explosiones, tiroteos, etc. están justificadas desde el punto de vista argumental. Lo curioso es que al contrario que otros slashers, que recrean muertes violentas y sanguinarias con total explicitud de detalles, el film de Rosenthal aboga por la creación de atmósferas misteriosas muy bien enmarcadas en un aislado y tenebroso hospital.  La acción transcurre durante apenas unas horas, inmediatamente después de la conclusión del original. Al igual que entonces, el uso del steadicam permite crear unos planos con movimientos largos sin corte. Lo que se mejora sin duda es la ejecución técnica de los planos, que alcanza una sorprendente agilidad. Las escenas que juegan con las sombras y los puntos de luz dotan de una gran fuerza expresiva al film, como la muerte de la enfermera en el despacho del doctor o Myers recorriendo los pasillos. En esta continuación se da más información referente al pasado del villano y de la propia Laurie Strode, ayudando a conformar la personalidad del ya mítico asesino. Una perfecta continuación, realizada con habilidad y sin estridencias, como demuestra el uso que se hace de los monitores del hospital para crear suspense.

Halloween III. El Día de la Bruja (Halloween III: Season of the Witch, Tommy Lee Wallace, 1983), por Salariasa (Aguas Turbias Podcast).

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Nos encontramos con la rara avis de la saga. Naciendo gracias al creador de la original, John Carpenter, con la idea de convertir la saga en una serie de películas anuales cuyo punto de unión era esta festival tan mágica. Lamentablemente no tuvo el éxito esperado y se volvió con Michael Myers en películas posteriores. Aun así nos encontramos con un producto interesante y que respira la festividad por todos sus poros. La película se centra en el misterio de un hombre que llega a un hospital traumatizado y con una máscara de halloween en sus manos. A partir de este suceso nos adentramos en una atmosfera extraña y fascinante donde nos encontraremos una mezcla de elementos ancestrales y antiguo con la sociedad moderna a través del capitalismo más feroz de la época. Todo esto con la dirección novel del querido Tommy Lee Wallace y endulzado con una banda sonora magistral de Carpenter junto a Alan Howarth (inolvidable la melodía que se irá repitiendo en la televisión y eje central de la trama). La película, sin llegar a ser redonda, ha ganado puntos con el tiempo. Dejándonos una obra con imágenes inolvidables y siendo la secuela mas interesante de la saga.

Halloween 4. El Regreso de Michael Myers (Halloween 4. The Return of Michael Myers, Dwight H. Little, 1988), por Rubén Collazos (Cine Maldito).

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De un arranque dubitativo, que se tambalea en decisiones poco meditadas, quizá en parte fruto de la inconexión con su anterior parte (que bien podría no encuadrarse en la saga), o de su continuación inmediatamente interior, aquella Halloween 2 que retozaba con la serie B sin complejos, poco se podría esperar que en Halloween 4 el cineasta Dwight H. Little encontrase una tan esmerada como apreciable continuación, y es que si bien sus primeros minutos naufragan, la indiferencia adscrita a sus secundarios otorga el filón perfecto para que el slasher funcione como tal. Para que, en definitiva, el espectador retoce en un entretenimiento donde lo importante sean las apariciones de Myers y los consiguientes asesinatos. No por ello la figura del brutal asesino pierde una esencia que además H. Little complementa con momentos verdaderamente potentes, y con la contundencia necesaria para volver a entender ese icono, así como para que renazca en una conclusión ciertamente inteligente, que además de abrir puertas demuestra que tras la figura de Michael Myers había algo más que contar más allá de lo que dejó tras de sí Carpenter, y sólo por ello esta Halloween 4 merece su oportunidad.

Halloween 5. La Venganza de Michael Myers (Halloween 5. The Revenge of Michael Myers, Dominique Othenin-Girard, 1989), por David Muñoz (Aguas Turbias Podcast).

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Un año después, llega la continuación directa de la cuarta entrega de Halloween. El cosplayer más famoso del Capitán Kirk, vuelve de nuevo a la gran pantalla para reunirse con su sobrina y darle un fuerte abrazo. Para los más despistados, la cinta empieza con un resumen del final de Halloween 4. El Regreso de Michael Myers: Jamie, el arlequín asesino y el psicópata de la careta blanca que, evidentemente, resulta que no estaba muerto. La estúpida premisa inicial es que, después de escapar del pozo donde había caído y flotar río abajo, Michael, ha sido acogido por un bondadoso ermitaño que vive en el bosque (WTF!) y le ha cuidado durante justo un año, momento en el que en el reloj biológico de Myers vuelve a sonar la alarma de Halloween y despierta, pagando a su benefactor con una muerte lenta y dolorosa.

Por si esta tontería no fuera suficiente, resulta que Jamie, ahora muda del susto y recluida en un hospital pediátrico para curarse de sus vicios, ha establecido un vínculo psicológico que le permite saber cuando su tío mata. Además, el Dr Loomis (el peor psiquiatra de la historia) es el único que lo sabe. Con esta premisa, se desvanece el único atractivo que prometía Halloween 4 para su secuela (un sustituto generacional para Myers en forma de niña de 9 años) y lo que nos queda es una serie de despropósitos de los que sólo se salva el oficio de Dominique Othenin-Girard a la dirección, que hasta es capaz de obsequiarnos con algún susto fácil aunque efectivo y un par de escenas tensas. ¿El resto? Sobreactuaciones (especialmente la de Donald Pleasence en su papel de oráculo), un guión y unos personajes carentes de intereses, Alan Howarth haciendo malabarismos para seguir exprimiendo la famosa melodía de Carpenter y la promesa final de una Halloween 6 más ridícula todavía si cabe. A riesgo de precipitarse en las conclusiones: no se la recomendaría ni a mi peor enemigo; bueno, a ése tal vez sí.

Halloween: La Maldición de Michael Myers (Halloween: The Curse of Michael Myers, Joe Chappelle, 1995), por Rubén Pajarón Pereira.

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El mal nunca muere, sobre todo si es rentable. Pecando de ingenuo, sincero u honrado, John Carpenter se precipitó al echar tierra sobre el cadáver de Michael Myers; sus crónicas, harto agotadas tras Halloween II, en palabras de su hacedor, continuaron derramándose a lo largo de los 80, sufriendo en sus rollos la metástasis de un cáncer que carcomía sin disimulo las raíces del Slasher, borracho de éxito en las postrimerías de su edad dorada, si no resacoso, y obligado a esconderse en las faldas del Thriller Policiaco para aspirar a unas migajas del respeto perdido. Con la tragedia anunciada desde su propio título, Halloween: The Curse of Michael Myers, llegó tarde a su propia fiesta, y demasiado pronto a la que estaban ultimando Wes Craven y Kevin Williamson. Sin fuerzas para reivindicar el fantasma de un anacronismo, ni inspiración para reinventarse con los avatares del postmodernismo, el metraje endeble de Joe Chappelle fue viviseccionado en la sala de montaje por una maraña de bisturís titubeantes, expuesto a más cortes que las víctimas del asesino. Así pues, la visión íntegra de Halloween: La Maldición de Michael Myers precisaría del Director’s Cut, el Producer’s Cut, la versión cinematográfica y la Unrated, un pastiche esquizofrénico en el que a diferencia de tantas películas, los cambios no son baladí. Mientras Chappelle apuntaba al público emergente con una edición videoclipera, frenética y violenta, Moustapha Akkad, dueño y señor de la franquicia, optó por retrotraer su versión a los albores del Slasher más clásico, extirpando los excesos de iluminación epiléptica en favor de planos oscuros, suprimiendo el gore, reparando escandalosos agujeros de guion, luciendo más a Loomis en pantalla (desaparecido en la versión cinematográfica por resultar “aburrido”), reemplazando jump scares por suspense, e incluso el guitarreo eléctrico de Alan Howarth por una versión del tema de Carpenter pasado de solemnidad. Por cambiar, cambia hasta la tipografía de los créditos. Demasiado esfuerzo para proteger los sinsabores de un Myers cuarentón a la caza de personajes abiertamente antipáticos, desidioso, cuasi sonámbulo, perdido entre la mistificación y la mitificación, e irracionalmente racionalizado como víctima, peón y tapadera de una mafia de neodruidas escondida en las entrañas de Smith’s Grove.

Halloween: H20. Veinte años después (Halloween H20: 20 Years Later, Steve Miner, 1998), por Reverendo Wilson.

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La retro-alimentación sufrida por el Slasher en el año 1996 a raíz del estreno de  Scream. Vigila quien llama fue un campo de cultivo muy aprovechable para el intento de revitalización de algunas de esas sagas que se convirtieran en icono durante los 80, época dorada de explosión del subgénero.  Por ello, en 1998 se presenta este Halloween: H20. Veinte años después, partiendo de dos auténticos golpes de efecto como son la contratación en la dirección de un absoluto experimentado en el Slasher como Steve Miner (Viernes 13. 2ª parte, Viernes 13. 3ª parte…) y la vuelta de la scream queen por excelencia, Jamie Lee Curtis, significando esto la necesaria omisión de las raíces argumentales creadas para las anteriores tres entregas,  ese momento en el que la saga alcanzaría un desgaste artístico mayúsculo. Steve Miner afronta esta séptima entrega tirando de oficio y ofrece un slasher que responde con lealtad a cada una de las constantes del subgénero, dejándose influir, para bien y para mal, de las nuevas aristas narrativas insufladas al subgénero en su nuevo resurgir. Es palpable el apoyo que la película solicita en la figura de Jamie Lee Curtis, legendario comeback al terror en el que se desenvuelve con distinción no desaprovechando la ocasión para aportar no pocos guiños  al legado de Laurie Strode como musa de toda una corriente cinematográfica y, ante todo, contribuyendo al rescate de la saga justo con el elemento que más se necesitaba, el retorno de la antagonista perfecta para un Michael Myers que, aún viéndose algo edulcorado en el uso de su villana fisonomía (para el Myers tosco y áspero de Rob Zombie quedarían algunos años), obsequiará al fan con alguna que otra muerte digna para el recuerdo.

Halloween: Resurrection (íd, Rick Rosenthal, 2002), por Nacho Villalba.

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Halloween: Resurrection no logró revitalizar la ya un tanto maltrecha saga (como sí lo hiciera la posterior reformulación de Zombie), si bien la presencia tras las cámaras de Rosenthal podía hacer pensar en un salutífero retorno a las raíces. No obstante, hay algo que la distingue de las anteriores entradas de la serie: es la primera que abiertamente ensalza a Michael Myers como icono pop contemporáneo. También es la que más nítidamente escenifica esa ruptura de la saga (ya esbozada en los últimos títulos) respecto a un modelo de terror clásico, sereno, adulto. En una escena reveladora, un grupo de niñatos jalea a nuestro hombre mientras lleva a cabo su empresa homicida, morbosamente emitida por televisión. Esta cualidad especular (el espectador del siglo XXI reflejado en la pantalla), permite atender al cambio de sensibilidad que experimentó el género con el transcurrir de los años: del miedo sobrio y ambiguo de Carpenter al miedo festivo y autoconsciente del film de Rosenthal. El hombre del saco convertido en ídolo superficial de una juventud embrutecida. Por eso esta secuela, que para más inri mata a Laurie Strode en el prólogo, tiene algo de triste e irónica despedida. Y por eso, pese a lo rutinario de sus mimbres (Rosenthal también se ha rendido a los vicios formales del nuevo cine de terror), me parece una de las más curiosas y reivindicables de la serie.

Halloween. El Origen (Halloween, Rob Zombie, 2007), por Reverendo Wilson.

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Un elemento que debería ser fundamental y primario a la hora de reiniciar o revisitar una saga tan icónica como Halloween es la personalidad artística. Rob Zombie se había labrado un visceral, retorcido y apasionado sello cinematográfico en base a una reivindicación del horror labrado en la incomodidad de lo visual, algo que en un primer momento se percibe como alejado del terror fantasmagórico, primario y etéreo, promulgado por John Carpenter en La Noche de Halloween. Quizá dentro de un compromiso creativo personal del director de dejar su impronta dentro de la difícil tarea de revitalizar un icono postergado por una saga desgastada y raída, Zombie  se permite en su primera película sobre el universo de la franquicia en componer  un primer acto que ahonde en el pasado de la iconografía de Michael Myers, esquematizando una imaginería arraigada en el poso (contra)cultural del fenómeno del asesino en serie. Esto se complementará, con personales y acertadas maneras, en la responsabilidad implícita de respetar la obra original como icono de todo un subgénero, presentando un segundo acto donde se repiten las analogías visuales de Carpenter pero embaucándolas en una formalidad mucho más tosca, saturada y de sucia emocionalidad visual.  Halloween. El Origen condensa los aciertos de su predecesora añadiéndole sórdidos elementos que suponen una postura creativa, distinguida y personal, hacia un acercamiento tanto a la figura de Michael Myers como al propio subgénero que Zombie  explotaría con mayor libertad autoral en su posterior segunda parte.

Halloween II (íd, Rob Zombie, 2009), por Aida S. (The Bloody Princess).

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Segunda de las películas que Rob Zombie dedicó a su particular visión del universo Halloween y a Michael Myers. Ha pasado un año desde los asesinatos de la primera entrega y después de mostrarnos una pesadilla de Laurie que dura la friolera de 20 minutos, vemos el cambio que han experimentado los personajes durante este lapso de tiempo. Laurie ha dejado de ser la chica dulce e inocente de la primera parte y se ha convertido en una joven traumatizada, amargada, enganchada a los medicamentos y con una estética underground muy chunga. Por otro lado, el  Dr. Loomis, que se encuentra en plena promoción de su libro sobre Myers, es retratado como un ser egocéntrico y déspota que lo único que quiere es rentabilizar los asesinatos de Haddonfield. Myers, al que en la segunda parte de la cinta le vamos a poder ver la cara, es un mendigo psicópata que va en busca de su hermana Laurie porque quiere reunir a la familia. La reunión, evidentemente, no va a tener lugar en este mundo, por lo que, como siempre, intentará matarla.  Algo que me llamó poderosamente la atención fue la rabia con la que Michael acomete sus asesinatos, gruñendo en cada cuchillada, ya que siempre se había caracterizado por ser un asesino frio e impasible. Lo que ya no hay por donde coger es la subtrama de los sueños de Myers con el fantasma de su madre, son mero relleno para sumar minutos de metraje y tener la excusa necesaria para volver a introducir a su mujer, Sheri Moon Zombie, en el reparto. Mi consejo: evitad Halloween II a toda costa, es una película aburrida, inconexa y sin sentido. Zombie ha convertido a Laurie y al Dr. Loomis en dos seres odiosos  que sólo nos hacen desear que Michael Myers los elimine cuanto antes. ¿Qué pensaría Carpenter si levantara la cabeza…?

fin

Esto ha sido todo, camaradas. Disfruten de la noche de  Halloween con terroríficas sesiones de películas de terror. Vigilen sus espaldas si salen a dar un paseo nocturno por solitarias calles u otoñales parajes… Terroríficos saludos desde el Gabinete.

2 comentarios en “31 de Octubre. Halloween… Destripando una saga.

    • Muchas gracias por tus palabras, monolito. Te invito a que cuando gustes des un buen repaso a la saga. Como franquicia cinematográfica explotada bajo la tendencia del momento (slasher de los 80´s) tiene sus estridencias, aunque mayoritariamente responden a las exigencias habituales de los fans del subgénero.

      Muchas gracias por tu comentario, compañero!

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