Mucho se ha escrito sobre las piezas que Mario Bava concibió en la década de los 60 y que hoy son consideradas como primeras obras culmen del giallo o, de manera aún más reflexiva, como las películas germen de lo que luego acontecería con la explosión originada con los primeros films de Dario Argento. Aunque es insondable la importancia para el subgénero de películas como La muchacha que sabía demasiado (1963) o Seis mujeres para el asesino (1964) (como algo que ya se ha tratado por estos lares virtuales), existe un nutrido grupo de películas que en la década de los 60 conformaban parámetros que luego se estandarizarían como clichés en los futuros gialli, sin ser consideradas estrictamente piezas de la corriente. Como muestra a este conjunto puede responder este A… come assassino (cuyo título se podría traducir literalmente como «A de Asesino»), que no debería ser estimada rigurosamente como un giallo (algo que el que esto escribe quiere dejar claro) pero que, encontrando en ella naturalidades que la conectan directamente con el subgénero, merece su relevancia en este Dossier.
En A… come assassino encontramos la trama de un grupo de familiares que son reunidos en la gran mansión de un millonario que misteriosamente es asesinado, para proceder al reparto de los bienes del testamento, pero ante ello es ineludible respetar la singular cláusula que les obliga a pasar un mes entero en la Villa de su propiedad; curiosamente, añadir a modo anecdótico que una película italiana posterior como Il sesso della strega (1973) de Angelo Pannacciò parte de una argumento muy similar, al igual que la previa Video Nasty The Ghastly Ones dirigida por Andy Milligan. Nos encontraremos ante una pieza de fino suspense en el que varias naturalidades del Giallo se citarán: el grupo de personajes sujetos a un asesino sin identificar que hará de las suyas entre todos ellos, naciendo el caótico juego de multitud de sospechosos y su consecuente incertidumbre entre los herederos. A este respecto, se citará el whodunit como principal arma narrativa del guión (la influencia aquí de Agatha Christie es innegable), dentro de una enorme mansión que recordará a los efluvios góticos del fantastique italiano imperante de entonces (un uso de la localización, como ubicación opresora hacia el conjunto de personajes, muy de las cinematografías de Mario Bava o Riccardo Freda), con un ritmo perfecto equilibrado que suministra muy bien sus escasos 80 minutos de duración.
A… come assassino ofrecerá una estrambótica estampa al encontrar una trama puramente giallesca (las discrepancias en el reparto de la herencia dará provocará la erupción del lado más perverso de todos los involucrados) en el que además un primer asesinato originará toda una aproximación a un body count que, salvo momentos muy puntuales de la trama, no se ocasiona. El libreto incluso se permite jugar constantemente con sospechosos y culpables, logrando rápidamente la complicidad voyeurista del espectador, desnudando paulatinamente las mezquindades de todos los participantes en un maquiavélico juego de misterio, desconfianza y malicia, algo que nuevamente emparentará al film con los dibujos que Mario Bava oficiaría sobre sus personajes de intrigas homicidas. La mirada cínica que se hace sobre esto ya se atestigua con las últimas voluntades del millonario, con un ambiguo discurso donde parece juzgar y regodearse de sus familiares.
Su fotografía en blanco y negro sugiere un hálito clásico encomiable (espectacular será, a modo de ejemplo, el plano en el que vemos al personaje interpretado por Mary Arden bajando unas escaleras candelabro en mano) con una espectacular ambientación en la enorme mansión de corte gótico que el director conmueve en sus planos como una pieza clave para la trama. Ello servirá para tomarse más en serio de lo que quizá se merezca algunos de los rimbombantes giros y trampas de guión (hasta en esto, respecto al Giallo, esta película sería embrionaria), aunque el protagonismo que de manera gradual consiga el personaje de la mencionada Mary Arden, la sinuosa Angela Prescott, logrará un apunte de terrorífica mordacidad al desenlace la historia. Quizá la predisposición de la película a dejarse influir por el poso del cine fantástico italiano de entonces, lo cual podría justificar lo frágil de algunos momentos de su historia, la alejen de ser una pieza clave hegemónica respecto al Giallo, pero desde luego supondrá una cinta de curiosa y de agradable visión para quienes busquen esas extravagancias propias del género trasalpino en su continuo vaivén de tendencias.
A… come assassino está dirigida por el realizador Angelo Dorigo (acreditado como Ray Morrison, el mercado angloparlante mandaba) de cuya corta carrera se podría destacar su otro pseudo-giallo llamado Assassino senza volto (1968). Producida por el actor y productor Walter Brandi (conocido como el «Drácula italiano», toda una eminencia en el cine de género de su país), en el guión tenemos una historia de Ernesto Gastaldi (auténtico tótem de la escritura del cinemabis italiano, especializándose en los gialli durante los 70), desarrollada por Sergio Bazzini y Roberto Natale. De su reparto destacar nuevamente la impresionante presencia e interpretación de Mary Arden (excelente actriz, venida directamente de Seis mujeres para el asesino), quien estará acompañada por Sergio Ciani (un culturista reconvertido en actor, célebre por sus participaciones en el peplum italiano, como en Maciste contra los fantasmas [1964]), u otros rostros típicos del cinemabis italiano como Ivano Davoli (Siete orquídeas manchadas de rojo [1972]) o Giovanna Galletti (quien también vendría de trabajar con Bava en Operazione Paura [1964]). La película se rodaría en el famoso castillo italiano de Balsorano (célebre localización de rodaje del país), consiguiendo distribución en Estados Unidos bajo el título A… For Assassin, traducción literal del original.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
El Gabinete del Reverendo Wilson 